El maestro es un profesional de la voz
Por: Gina Mayorca
Cuando nos referimos a aquello que contribuye al desarrollo de un buen maestro, señalamos las capacitaciones y el perfeccionamiento pedagógico, la alta dosis de paciencia y buen humor, el incremento de los sueldos y un largo etcétera, que la mayoría de las veces no contempla la salud de nuestra voz. Esto se debe a que aún no nos reconocemos como “profesionales de la voz”, por lo cual no consideramos que el cuidado de esta, por ser nuestra herramienta de trabajo diario, merece un especial tratamiento.
Gracias al doctor Nedio Steffen, quien fue presidente de la Sociedad Brasilera de Laringología y Voz, se descubrió que para muchas personas era totalmente normal sufrir de disfonías; por ello, en 1999 inició una campaña que tuvo tanto éxito que hoy en día es compartida en muchos países. El objetivo es buscar que las personas alcancen un entrenamiento adecuado para conservar la salud de su voz. Aquí calzamos muy bien nosotros los maestros.
¡Cuántos hemos padecido de largos periodos de disfonías o hasta hemos visto con tristeza cambiar el timbre de nuestra voz, y no por el paso inevitable del tiempo, sino por los malos cuidados que hemos dado a esta herramienta de trabajo! ¿Qué podemos hacer?, ¿cómo debemos cuidarnos?, estas son algunas de las preguntas que necesitamos plantearnos.
En primer lugar, hay que desarrollar una cultura de la prevención y “desaprender” la del dolor. Esto quiere decir que no debemos esperar a enfermar para visitar al otorrinolaringólogo, sino más bien solicitar chequeos que nos permitan conocer a tiempo el estado de nuestra laringe y de las cuerdas vocales.
En segundo lugar, debemos entrenar nuestra respiración, tal como lo hacen otros profesionales de la voz (comunicadores, cantantes, teleoperadores, etcétera). Necesitamos recuperar la respiración diafragmal, ya que el noventa por ciento de fatiga vocal se relaciona con la respiración.
En tercer lugar, hay que aprender a hidratarnos constantemente. Si eres de los que toma siempre una taza de café, bebe después de esta un vaso de agua. Debemos tener a la mano una botella de este básico elemento, ya que la mayor parte del tiempo que permanecemos en el aula hablamos y nos deshidratamos.
En cuarto lugar, no hay que gritar, pues eso nos daña y, lo que es peor, perjudica a otros. Recordemos que el grito, asociado al mal humor, eleva la tensión de nuestro cuerpo y no permite una adecuada respiración
Dar el justo valor a nuestra profesión, también significa reconocernos como profesionales de la voz y, por ende, cuidar nuestra herramienta de trabajo. ¿Por qué no imaginar que con el tiempo este cambió influirá positivamente en nuestros alumnos?
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