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sábado, 23 de agosto de 2014

Adolescencia: ¿etapa de locura?
Ps. Milagros Salas González

De todas las etapas que uno tiene que vivir, la mayoría de personas está de acuerdo en que la adolescencia es la más complicada porque está marcada por un cúmulo de cambios, tanto visibles como invisibles; surgen también sentimientos de incomprensión, intolerancia, confusión, incomodidad, etc., los cuales son “el pan de cada día”. Y por si no fuera poco, generalmente, “los adultos” demarcan o simplifican estas “pesadillas” ante los errores que se cometen, diciendo: “tranquilo (a), es la adolescencia”.

Esta expresión, simplemente, carece de contenido para un adolescente, pero aparentemente responde a todo el caos que puede estar sintiendo. Entonces, queda una pregunta precisa: ¿Qué es la adolescencia realmente? No puede ser solo una palabra registrada en el diccionario, o el capítulo de un libro que trata  sobre una etapa de crecimiento y desarrollo de los seres humanos, y mucho menos esta palabra puede ser vista solamente como un “infierno transitorio” que, acaso, nos tocó vivir y felizmente nunca volverá a pasar. La adolescencia es mucho más que eso, sobre todo para aquel que la tiene que vivir y no puede hacer nada para cambiarlo. Pero hay que ser sinceros, no todo es pandemonio, la mayor parte de las dificultades se presentan en la etapa inicial, es decir, en la fase transitiva en la que el cuerpo comienza a transformarse, en la etapa en que se producen los cambios físicos y psíquicos, en la que el niño se convierte en un adulto; en algunos casos, el adolescente incluso puede volverse en alguien casi irreconocible, y muchas veces la ternura va desapareciendo, y se toma conciencia de que nada será igual.

Marco Antonio de la Parra, en su obra El año en que nos volvimos todos un poco locos[1], narra, principalmente, lo complicado que puede ser esta etapa de cambios, y su forma de relato, en verdad, resulta interesante, ya que permite al lector identificarse con cualquiera de sus diez personajes principales, cada uno representa a un tipo de adolescente: el exgordo, la chica sensual, el forajido, el sexualmente no definido, la pequeña, la primera del salón, el bebedor, el deportista, y las dos ex nerds; todos ellos van relatando sus puntos de vista y sus experiencias a lo largo del año escolar, que está dividido en tres etapas estacionales: Otoño, Invierno y Primavera. Esta obra permite un vasto aprendizaje, según sean las expectativas del lector: el adolescente encuentra una lectura amena, un espejo plasmado en tinta y papel; mientras que el padre puede tener en sus manos una guía que abra su mente a una mejor comprensión de sus hijos, no solamente como su tutor, sino más bien como una persona que realmente recuerda lo que implicaba pasar por esos años, como el amor, la aceptación e inclusión incondicionales que recibió; sin duda, este libro puede marcar una gran diferencia; y para un profesor, si realmente tiene interés, puede vislumbrar cuán valiosa resulta su participación en la vida de un muchacho que se ha rendido a avanzar.


Las lecturas didácticas como estas no solo permiten identificarnos con muchas personas del mundo, sino también permiten entender qué consecuencias pueden traer nuestros actos, la magnitud de lo que podemos causar y empeorar en algunos casos. Pero por sobre todo, nos dan una explicación clara, coherente y cierta de lo tiene o tuvo lugar en nosotros mismos. Vivimos en una época en que la globalización solo tiene un camino: la expansión; gracias al internet, la conexión informativa vuela hacia cualquier parte del mundo en cuestión de segundos; los jóvenes se encuentran inmersos en ella; pero es precisamente esa información que obtienen, la que puede estar contaminada de temas obscenos; trastocada y reducida a la vulgaridad y a la falsedad. Las nuevas generaciones consumen esta información, casi la respiran; existe mucho descontrol en sus vidas, sumado a lo propio de la edad. Como padre, mantenerse al tanto de lo que puede ocurrir y saber cómo manejar la situación, sin duda, es extraordinario, pero no solamente se trata de quedarse con que “lo dado es suficiente”; siempre hay que aprender algo nuevo, especialmente datos y consejos que pueden brindar los distintos profesionales, cuyas pautas deben ser bienvenidas. Por ello, siempre se recuerda que la prevención será mil veces mejor que el arrepentimiento y el dolor posterior. Por tanto, es necesario adaptarse a las nuevas exigencias por el bienestar y estabilidad personal y familiar.

No obstante, un aspecto muy claro, es que a pesar de que las épocas cambien, los años y siglos pasen, y aunque la tecnología alcance nuevos niveles; lo que se puede decir con certeza es que todos los adolescentes han sido, son y siempre serán un caos interior. Todos hemos estado en ese momento de nuestras vidas, en el que probablemente, el acné nos mataba la confianza y veíamos con envidia el desarrollo anatómico de otros, nos desvelábamos por la ilusión platónica del amor, sentíamos que el fin del mundo ocurría todos los días y nadie entendía el porqué… sinceramente, quizás y sólo quizás…, todos, de verdad, en ese tiempo, nos volvimos un poco locos.

Algunas sugerencias dirigidas a los padres

  • La escucha activa es valiosa para los hijos, tanto adolescentes como niños; es necesario que ellos puedan ver y sentir que ustedes reconocen que sus intereses y experiencias son importantes. Para los adolescentes, la privacidad es un aspecto vital en sus vidas; así que abrir su mundo interior es una tarea complicada; pero cuando lo hagan, de ser un momento precioso y atesorado, se debe brindar consejo, orientación e interés; no censura, ni humillación ni dejadez; no hay que perder la calma, hay que ser el ejemplo; ellos ya saben que se equivocaron; por eso buscan apoyo, comprensión y consejo por parte de los mayores.
  •  La aceptación plena de los hijos. Estos pueden tener características que no nos agraden, o que no son lo que esperábamos; son circunstancias que ellos no pueden cambiar; en vez de esperar que un hijo o hija sea o se convierta en la imagen ideal que tenemos, resulta trascendental aceptar lo que ellos son. Si las personas más importantes y cercanas en nuestras vidas, como son los miembros de nuestra la familia, nos tratan con rechazo, ¿qué podemos esperar del resto del mundo?
  •  Aprovechar el tiempo juntos, que sea una experiencia grata para todos los miembros, si tanto los padres como los hijos tienen intereses diferentes, buscar un equilibrio o un acuerdo que les permita compartir una actividad en familia.
 Preguntas frecuentes de los padres
¿Cómo puedo saber si mi hijo está pasando por una dificultad o problema serio?
Si estamos atentos a las señales, por más pequeñas e insignificantes que parezcan, se pueden detectar cambios notorios en la conducta, ya sea aislamiento, tristeza, falta de apetito, irascibilidad, entre otros. Siempre es importante tratar de establecer el diálogo, dándole la confianza de que no se “sobrerreaccionará” ante lo ocurrido, plantearles básicamente la incondicionalidad de su apoyo. Asimismo, hay que recordar que no se debe forzar a que nos cuenten sus experiencias; respetar su espacio y privacidad son aspectos importantes que abrirán un diálogo.
¿Cómo puedo hablar de sexualidad, drogas y delincuencia con mis hijos?
Hay temas que son considerados tabú para los padres, es decir, muy vergonzosos de tocar. Por ello, algunos padres recurren a asustarlos con “las cosas malas que podrían pasar”. Sin embargo, esto ya no resulta efectivo, por lo menos no con todos. Es mejor llevarlos al análisis, a la comprensión, hablar con hechos, experiencias personales y darles la alternativa de escoger. Recibir la orientación de un profesional e informarse para dar una explicación más clara y precisa es un aspecto adicional que puede llevarse a cabo.

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