Mi lista de blogs

lunes, 22 de agosto de 2011

Anímese a aprender dónde va la tilde, qué es el acento y cuáles son las sílabas.


Anímese a aprender dónde va la tilde / consejos de @Tefa
Por: ESTEFANÍA URIBE WOLFF | 1:37 p.m. | 18 de Agosto del 2011

En esta columna aprenderemos dónde va la tilde, qué es el acento y cuáles son las sílabas.
Este es uno de los capítulos más apasionantes de nuestra lengua, así que no le vaya a dar dolor de cabeza ni se sienta bruto. Anímese a aprender dónde va la tilde, qué es el acento, cuáles son las sílabas, de qué se trata eso de palabras esdrújulas, graves y agudas.
Empezaré por contarle que nuestro sistema de acentuación es el más perfecto de todos, resaltado por lingüistas y académicos de otras lenguas. No hay lugar a equívoco con nuestro sistema.
Le voy a pedir que recuerde que este idioma, como todos, es más oral que escrito, porque es fundamental para que usted pueda ubicar el acento en una palabra (todas las palabras tienen acento, pero no todas tienen tilde).
Las vocales
a, e, i, o, u.
Vocales fuertes:
a, e, o.
Vocales débiles
u, i
También son conocidas como abiertas y cerradas; abiertas las primeras, cerradas las segundas. Haga el ejercicio de decir a frente a un espejo. Verá cómo su boca se abre toda, mientras que, si pronuncia la i, su boca a duras penas se abre. Es más. Grite iiiiiii. Es probable que, si usted no es un tenor o algo por el estilo, el del apartamento del lado no le reclame por qué está gritando, mientras que si grita oooooooo, sí.
Esto es importante saberlo para que podamos dividir en sílabas las palabras. Y es importante saberlas dividir en sílabas para saber en dónde va o no va la tilde.
Cuando una vocal cerrada se junta con una abierta, como en hueco, hay una cosa que conocemos como diptongo, que se trata de la unión de dos vocales en una misma sílaba. Hue-co. Si tiene dudas, pronuncie la palabra así: hueeeeee-co. El acento está en la e, y es una palabra grave, como casi todas las del español. Otro ejemplo puede ser cuento, o aire, cielo...
El hiato, en cambio, es la separación de una sílaba cuando se juntan dos vocales: vía. Vííí-a. Tía, cortaúñas, grúa, alcohol.
Imaginémonos una palabra cualquiera. A mí se me ocurre desodorante. Por lo que le he enseñado hasta ahora, podrá determinar que ni hay hiato, ni hay diptongo, y que está compuesta toda por vocales fuertes o abiertas. Se dividirá silábicamente así: des-o-do-ran-te. Como tiene más de tres sílabas, es una palabra polisílaba. Las hay monosílabas: yo, él, o, mi, huí, aun. Bisílabas: casa, árbol, carro, ave. Trisílabas: palabra, Pénjamo, queriendo, doblado.
Y aquí viene lo bueno. Cómo, cuándo y dónde va la tilde.
Palabras graves:
Son todas aquellas que tienen el acento (el acento, no la tilde) en la penúltima sílaba: cofre, ave, puerta, silla. A estas palabras se les pone tilde cuando no terminan en ene (n), ese (s) o vocal.
Pensemos en una simple, como árbol, que termina en ele. No en ene, ese o vocal. Mire, insisto, que el acento va en la penúltima sílaba áááááár-bol. Útil, dócil, bícep, trícep, débil, grácil. Palabras como día, vía, tía, etc., son graves terminadas en vocal, recuérdelo, porque se une una vocal débil con una fuerte y se forma lo que ya le enseñé: el hiato. Tiene el acento en la vocal débil. Estefanía es la que más me gusta a mí :). Ojo, no todas son bisílabas (de dos sílabas), como se lo demostré con mi nombre, querido es-tu-dian-te: palabra grave, polisílaba, con diptongo en -dian. ¿Vamos bien? Y no lleva tilde porque termina en vocal.
Palabras agudas:
Son las que tienen el acento (ojo, el acento, no la tilde) en la última sílaba. Todas las palabras monosílabas, como Juan, es decir, que sólo tienen una sílaba, son consideradas como graves. Llevan tilde cuando terminan en ene, ese o vocal. Por ejemplo: Apartadó, llevó, aún, veintidós, dieciséis, confiéis. Aquí se dará cuenta de que se nos apareció un triptongo, que no es otra cosa que la secuencia de tres vocales que forman una misma sílaba: confiéis. Se nos juntaron la i, la e y la i. Es dudosa, lo sé, pero refiérase al método ya enseñado: con-fiéééééééis. Tenga en cuenta que los monosílabos no se tildan, salvo los casos diacríticos, los cuales enseñaré en mi próxima columna.
Palabras esdrújulas:
Estas, para mi gusto, son las más fáciles, puesto que siempre llevan tilde, siempre son polisílabas y tienen el acento en la antepenúltima sílaba. La misma palabra esdrújula es palabra esdrújula, mientras que la palabra aguda es grave. Los plurales de muchas palabras graves con tilde son esdrújulas: árboles, dóciles, útiles. También tenemos árabe, cáscara, brújula, cálculo, diéresis. Siempre, siempre, siempre llevarán tilde, terminen en la letra que terminen. Régimen. Plural: regímenes.
Punto y aparte:
Palabras como priista, tiita, chiita, nunca tienen tilde, así la prensa siempre se las ponga. Esto es porque se juntan dos vocales débiles o cerradas, dos íes en este caso, y según la norma del hiato, no es diptongo.
Una tilde es un acento ortográfico. Es una rayita oblicua que siempre, siempre, en español, debe trazarse hacia la derecha. Es decir, siempre póngala así (¿) y no así (`). Solamente se pone a las vocales.
El otro signo de acentuación en nuestra lengua es la diéresis, que solamente se usa en la u cuando está precedida por una ge y sucedida por una i o una e: agüero, agüita, vergüenza, pingüino.
No se pone tilde en palabras del latín, ni tampoco en otras como Nobel, Lacan, Jessica.
Por Estefanía Uribe Wolff

Especial para ELTIEMPO.COM

lunes, 15 de agosto de 2011

¿Cómo podemos permitir el hambre en nuestro país? ¿Hacemos algo para remediarlo? La respuesta es No.

Por: SALUD HERNÁNDEZ-MORA | 9:56 p.m. | 13 de Agosto del 2011

La miseria es parte del paisaje en esta nación de riqueza exuberante.
Hace un tiempo, en Tibú (Norte de Santander), dos niños se acercaron a nuestra mesa y pidieron las sobras. Estaba con una amiga, Pilar Lozano, también periodista. Antes de reaccionar, los pequeños cogieron los platos con restos de pollo y papas y, sentados en el andén, chuparon los huesos como si fueran un manjar. Pasamos vergüenza, porque encima dieron las gracias, y nos sentimos despreciables.


¿Cómo podemos permitir el hambre en nuestro país? ¿Hacemos algo para remediarlo? La respuesta es No. Nos horrorizamos, de pronto damos una ayuda pírrica, pero seguimos con nuestras vidas como si nada. La miseria es parte del paisaje en esta nación de riqueza exuberante.



No sé cómo podemos convivir con datos espantosos como el que indica que una causa principal de discapacidad es la malnutrición infantil. O con imágenes en la Colombia rural de muchachitos desnudos, correteando entre la basura con sus estómagos hinchados, como si estuviésemos en Burkina Faso.



En estas semanas de pasión futbolística, Unicef pretende que tomemos conciencia de que existe esa otra Colombia sub-20 que sufre y padece todo tipo de atropellos. Y que nos pongamos manos a la obra para remediarlo, aunque desde ya advierto que no haremos nada significativo porque en el fondo nos vale cinco.

Leía hace poco que un organismo internacional económico aconsejaba revisar el salario mínimo por considerarlo elevado. Y una se pregunta si acaso esos burócratas de altos vuelos, de sueldos inflados, hacen trabajo de campo para comprobar cómo alguien puede sobrevivir con esos pocos pesos, así sea en barrios apartados, marginales, de Bogotá o Cartagena. Porque es obvio que no alcanza para cubrir necesidades básicas de una familia si, además de pagar transporte, arriendo y servicios, quiere echar a la olla algo distinto a maíz, arroz y agua.


También me maravilla seguir escuchando los debates feministas sobre aborto y educación sexual, como si el eje de la discusión, de la agenda social, de lo que es realmente vital para el país, estuviera en el derecho de la mujer a hacer con su cuerpo lo que le plazca en lugar de poner el énfasis en cómo combatimos el embarazo juvenil, desde un enfoque global, para detener la rueda infernal de la pobreza.



Lo mismo me pasa con la Iglesia. Como católica que soy, comprendo su lucha frontal contra el aborto, pero querría ver ese mismo ímpetu repudiando a los hombres que consumen carne infantil para sus aberraciones sexuales. No merecen perdón alguno; por eso no entiendo que la Iglesia alegue, al igual que el Partido Conservador, que los violadores de niños pueden reinsertarse. Es más, yo ampliaría la cadena perpetua a los que compran niñas para tirárselas (no son prostitutas, sino víctimas de abusos), porque no solo es una violación, sino que se aprovechan de su extrema pobreza.



Igual de execrable es nuestro comportamiento respecto a los menores que reciben palizas en su entorno familiar. En lugar de quitarles de una la custodia de la víctima y de otras criaturas que tengan, damos oportunidades de redención a los adultos. ¿Por qué? Porque los niños nos importan un soberano papayo.



No creo que nos mueva esta nueva campaña de Unicef. Somos una sociedad tan egoísta e indolente que creemos que, sin comprometernos y dejando al Estado que aplique leyes benevolentes para maltratadores y abusadores sexuales, que reparta condones y desarrolle programas asistenciales sin fuste, lograremos que cientos de miles de nuestros menores dejen de ser infelices. Mientras no nos unamos en torno a la niñez desfavorecida con idéntico entusiasmo y fervor que ponemos en apoyar a la Selección Sub-20 (ojalá hubiera ganado anoche), seguiremos viendo críos mendigando migajas.